Aprendemos a hablar en primera persona, a decir qué sentimos, qué pensamos o qué necesitamos. Evitamos interpretar las conductas de los otros y favorecemos de este modo la circulación armoniosa de la energía. Dejamos de estar tan centrados en obtener beneficios personales. Dejamos también de reclamar, al lograr ser conscientes de la violencia que despliega esta conducta.
—Ticeap
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