Cuando los humanos nos referimos a nuestra biografía, lo hacemos en relación a la historia de hechos sucedidos a lo largo de nuestra encarnación. Incluso solemos incluir en ella la historia de nuestros ancestros. En todos los casos la semblanza va acompañada de explicaciones, interpretaciones, juicios, críticas y distorsiones. Al contar “su historia” por un lado se sesga por la mirada individual, y por otro se van agregando detalles, rellenando huecos o haciendo la historia más vistosa. En ambos casos se deforma aún más aquello que pueda haber sucedido.
Los hechos que constituyen nuestra historia son valorados tanto positiva como negativamente. Muchos gustan de tener presente los hechos pasados de su vida y los narran una y otra vez. Es bueno saber que al narrarlos, sobre todo cuando se hace lastimeramente, se atraen del mundo invisible vibraciones semejantes. De esta forma el bloqueo, el asentamiento de negatividad va creciendo con cada uno de nuestros relatos o recuerdos.
A la hora de valorar la experiencia de esta vida nos encontramos con que estamos llenos de distorsiones, algunas más evidentes, como cuando algún familiar o amigo nos corrige en relación a “los hechos”, y otras devenidas de la distorsión que voluntaria o involuntariamente nuestra mente hace.
También se trabaja sobre genealogías a veces por curiosidad, para saber de dónde venimos y otras para buscar explicaciones en la historia más amplia y más antigua en relación a ciertos hechos de esta vida, sobre todo investigamos a partir de aquello que genera inquietud, dolor, dudas, incertidumbre.
La desesperación y la curiosidad hacen que las personas quieran conocer sus vidas pasadas en la creencia de que allí se encuentra el origen de sus dificultades actuales. En primer lugar quiero mencionar la función del velo. ¿Por qué mayoritariamente no recordamos nuestras vidas anteriores? Porque todos los residuos que de ellas han quedado se encuentran condensados en la vida actual. En segundo lugar estimo que si recordáramos aciertos y fracasos, en especial estos últimos, el cúmulo de nuestros errores nos abrumaría hasta lo indecible.
Lo cierto es que cuando estamos preparados para recordar lo hacemos naturalmente y cobra sentido en el presente.
Sobra decir que los trabajos que se hacen en este sentido tienen una dudosa legitimidad. La mayor parte de lo que se conecta son energías astrales de baja vibración. Aunque también debo reconocer que en algunos casos logran levantar una barrera en esta vida. Me refiero a que es más fácil aceptar un error (sea o no cierto) ocurrido en otro tiempo…
Estas búsquedas muchas veces logran banalizar la experiencia del karma cayéndose en explicaciones como por ejemplo: maltraté a alguien en una vida anterior, ergo tengo que admitir el maltrato ahora. El karma no se desarrolla de esta manera.
Al mismo tiempo estas experiencias condicionan a las personas, en especial cuando creen a pies juntillas ya sea lo que otro le comunica “en otra vida fuiste… e hiciste tal o cual cosa”.
Muchos buscan resolver sus problemas a través de lo mágico. A través de lo que alguien diga o haga. Lo segundo puede ser más peligroso. Me refiero a “trabajos” que pueden ser ofrecidos para lograr distintas cosas como por ejemplo atraer a una persona, atraer abundancia económica, etcétera. Tengamos presente que aquello que hacemos o permitimos que otros hagan para nosotros tiene consecuencias. En este ciclo el proceder indebido vuelve como un boomerang más rápido, en general en esta misma vida.
A la vez la mayor parte de la Medicina y la Psicología consideran en buena parte toda esta información histórica y no sólo asignan un alto valor a esos datos sino que dan por sentado que determinan nuestra realidad actual. Es increíble lo que son capaces de construir nuestros pensamientos, creyendo que edifican verdades.
Como colectivo humano estamos lejos de ser conscientes de que la propia mente conlleva una función engañadora. Tenemos una visión falsa de la verdad mucho más allá de nuestra biografía. Estamos convencidos de que nuestra interpretación de los hechos abraza la verdad, aun cuando nosotros mismos vamos cambiando nuestras propias “verdades” a lo largo de la encarnación.
No es el interés de este escrito abundar en la biografía lineal, más que para diferenciarla de lo que podemos llamar biografía espiritual.
Los conceptos que se manejan hasta acá están ligados a la mente y a las emociones. Y justamente porque la actividad de recordar o contar se hace desde estas herramientas, ellas mismas aseguran la inexactitud, nacida de su propia naturaleza imperfecta.
Entonces, en primer lugar podemos decir que la biografía puede ser mental o espiritual. Lo que incluye la visión espiritual de lo vivido es leído, visto y comprendido desde el alma. La mente abarca los por qué mientras que el alma se asienta en los para qué, en el sentido.
Se puede experimentar una lectura diferente, y mucho más útil y cierta, buscando a través del sentido de lo que se vive, tanto en lo pasado como en lo presente.
Junto al despertar del alma, que es una experiencia creciente, es decir que no se produce de un momento a otro, lo que primero empieza a desvanecerse es la energía de la víctima. Al experimentarnos en otro nivel de conciencia advertimos que somos cocreadores de aquello que vivimos.
Diría que este cambio de perspectiva, de visión, es un giro de máxima importancia en tanto aliviana enormemente el peso de la división, de la dualidad. No buscamos buenos y malos, ni vencedores o vencidos, buscamos otra cosa, si se quiere más profunda. Las culpas pasan a ser responsabilidades, las ofensas se vuelven discutibles, las penas denuncian desconexiones, la violencia que viene de afuera ayuda a conocer la propia, y tantas experiencias más que esta mirada nos ofrece.
Cuando hablamos de cocreación de la dinámica de vida estamos hablando de la participación de nuestra alma, que atrae las experiencias a nuestra vida con la finalidad de profundizar su propio desarrollo. A la vez participan muchas otras energías, tanto horizontales como verticales. Cada hecho, cada situación está multideterminado y es esta misma conciencia la que nos da la medida de lo inabarcable que se vuelven los hechos en su totalidad.
Generalizando podría decir que las dificultades que vivimos en nuestros primeros años de vida aquí, con independencia de su gravedad —que en este caso sería nivel evolutivo de las personas—, están al servicio de no quedarnos dormidos.
Tanto el dolor intenso, como el conflicto que cuesta resolver, al no encontrar alivio o soluciones en la racionalidad terrestre, ya sea informal o profesionalmente, se vuelven motores de búsqueda que muchas veces llevan al espacio espiritual.
Atraemos estas energías (personas y situaciones) a nuestra encarnación ya que en la interacción con ellas podremos trabajar con lo que llamamos espejos. Los otros muestran e incluso muchas veces amplifican aquello que necesita ser trabajado. Cambiar la mirada tiene un efecto inmenso. Aquellos que fueron o son victimarios, vistos desde nuestra perspectiva de víctimas, se vuelven cómplices, aliados de los objetivos, sirviendo a las necesidades evolutivas de nuestra alma. Y viceversa.
Cuando empezamos a recorrer la vida con una conciencia creciente del mundo invisible nada es como era entonces. No se explica, no se siente culpa, no se culpa a otros y no se intentan explicaciones pues ya no se cree en ellas. En este estadio la persona empieza a elevarse del principio mental al principio intuicional.
Vale la pena recordar que el modo de funcionamiento de ambos (mente-alma) es completamente distinto e incluso en su manifestación se valen de instrumentos muy diferentes.
La mente se expresa por impulso, deseo, emoción, pensamiento ordinario o pensamiento intelectual; el alma en cambio sabe sin pensar, vehiculiza energía intuitiva, siente, irradia, se deja guiar en la acción por el Espíritu.
Cuando el alma y lo superior irradian, con independencia de la conciencia de los espacios y de las demás personas, se crea “un clima”. El más común es el de paz, son innumerables las energías que puede vehiculizarse y de este modo generar resultados en la acción que resultan literalmente “impensados”.
Cuando decimos impensados claramente lo que queremos expresar es que es un movimiento que no se inicia en la mente. En todo caso ella sirve de instrumento para que lo superior se exprese.
Siendo aún más precisos todo movimiento se inicia fuera de nosotros pero la mente inferior e incluso la intelectual no son conscientes de estar tomando energía-información del medio ambiente invisible, la creen propia. Las frecuencias que capta la mente son inferiores evolutivamente hablando a las que las que expresa y vehiculiza el alma.
Al estar más conscientemente próximos al alma y al Universo Superior se impone el para qué de lo que vivimos. Aparece la necesidad de encontrar el sentido de la vida en general y de algún suceso activo en el presente.
La necesidad se va deslizando hacia el anhelo que comienza a ampliar los límites de la curiosidad y de la necesidad, así como también se produce un descentramiento dado que el yo empieza a incluir en forma natural el nosotros. Esto se debe básicamente a que la identidad del alma es individual y universal en un mismo tiempo, hay conciencia de redes del propio nivel, hacia arriba y hacia abajo.
Es así como los encuentros con personas o situaciones comienzan a ponerse a la luz del alma y aún en muchos casos del Espíritu, para seguir su guía. Se descuenta que para realizar esta acción e incluso para tener frutos la mente deberá estar en silencio y las emociones en paz.
Funciona otro tiempo, no hay premura, uno descansa en Aquello que sabe y nos guiará en su tiempo y en su forma. Sumémosle a esto que nuestra ignorancia actual no permite saber qué y cuándo es mejor que algo suceda, ni cuantas variables tienen que confluir para que un hecho o un pensamiento se materialice.
Como tantas veces decimos de aspectos de la vida espiritual, lo que ocurre o puede ocurrir es simple lo cual no implica que sea fácil.
Las relecturas se imponen, cuando miramos nuestros orígenes nos conectamos con la multidimensión y con el linaje espiritual del cual formamos parte. El linaje al que pertenecemos es nuestra verdadera familia, cuanta más conciencia tenemos del linaje menos peso tiene la familia terrestre.
La otra pregunta corriente es ¿de dónde vengo? Explorar los orígenes nos va llevando al origen espiritual a la vivencia de ser almas encarnadas en una experiencia terrestre. Esta pregunta acerca del origen, va pasando por distintas etapas y experiencias, desde luego plenas ellas de distorsiones. Estoy acá por error, soy demasiado bueno para estar en este espacio, estar acá es un castigo —seguro que hice algo malo en otra vida terrestre o en otro espacio— estoy pagando karma, etcétera.
La visión de la familia empieza a ser transversalizada por la conciencia del karma que nos lleva a indagar en el para qué estamos juntos. Es en parte para apoyarnos y dinamizar la purificación de los elementos terrestres que nos componen, como también para trabajar por el despertar y el ensanchamiento de la conciencia entre todos. Y además esta tarea se realiza tanto para ese conjunto de almas como simultáneamente se colabora con el plan mayor.
Pasamos de la identidad con el grupo humano terrestre, en lo familiar, amistoso, laboral a incluir una identidad espiritual. Esta identidad que asoma nos permite ser conscientes de que lo terrestre y visible son solo una parte nuestra.
Mientras que la memoria mental puede ser extensa y detallada (además de inexacta) la memoria del alma es sintética, se presenta en forma de flashes y organiza lo vivido absorbiendo la enseñanza y no las circunstancias particulares.
La historia de una vida se constituye con varios flashes que se editan y lo notable es que al cabo de una vida quedan unos pocos minutos que contienen toda la información necesaria para el alma de esta vida y/o de varias.
Lo más asombroso en la relectura de lo vivido es que es perfecto. Sí, perfecto para lo que hemos necesitado en cada momento según el desarrollo actual de nuestra alma. No hay error, fue lo mejor que podíamos cocrear en cada momento.
Esta posición espiritual nos permite tanto hacer una retrospectiva de nuestra vida profundizando en los significados de lo que vivimos como evaluar de otro modo el presente, lo que estamos viviendo actualmente.
Mientras no habitemos una conciencia plena y permanente es muy probable que transitemos las experiencias en dos tiempos: el tiempo en que algo sucede y el tiempo (posterior en diversos grados) en que comprendemos el sentido de la vivencia. Más avanzados espiritualmente el hecho y su real significado se apreciarán al unísono. Actualmente en seres que trabajan en su despertar y ensanchamiento de la conciencia podemos encontrar visiones retrospectivas y conciencia en el presente, es decir ambas se alternan.
Al anclarnos en la conciencia espiritual el dolor se va evaporando y en cambio aparece la gratitud hacia lo vivido, en tanto nos trajo hasta este punto actual desde el cual podemos seguir prosperando. La historia no fue ni buena ni mala sino lo que pudo ser integrando nuestras posibilidades evolutivas con la de los demás.
Silvia Kamienomostki
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