Comprender lo que pasa en el mundo y dónde “estamos parados” no es una tarea ni sencilla ni fácil, ya que hay una enormidad de variables y aristas para tener en cuenta. En este escrito nos detendremos básicamente en el lugar del observador de la realidad y en las cualidades que asoman tanto abierta como distorsivamente en los distintos aconteceres mundiales. Quiero sumar que todo análisis posible se complica aún más, si todavía seguimos queriendo “tener razón” a través del uso de las explicaciones lineales, las cuales no son finalmente otra cosa que “rellenos” que utiliza la mente para “tranquilizarse”.
Además, frente a las muchas situaciones adversas que el mundo vive hoy en muchas personas prevalece la sensación de impotencia, la impresión de asfixia y de ausencia de posibilidad de verdaderas soluciones. Aunque pueda sonar extraño, esta asfixia puede leerse como un buen augurio. Definitivamente lo que no tiene más aire, lo que no puede más, es el principio mental.
Estamos empezando a percibir que la repetición de los hechos implica que no se puede hacer nada mejor que lo hecho hasta ahora, en otras palabras lo que vemos es “más de lo mismo”. Y aun cuando si introducen aparentes “nuevos matices”, los resultados siguen siendo magros, cuando no nulos.
Estos repetidos fracasos nos llevan directamente a indagar, ¿en qué es lo que realmente tenemos que cambiar? Mucho se habla en la ciencia acerca de la posición del observador como una variable que interviene en los resultados de cualquier investigación. El punto es que cambiar de lugar o de acción en el mismo nivel (el mental) no produce resultados constructivos. Entonces la pregunta podría ser: ¿desde dónde mira el que mira? Y tímidamente me pregunto: ¿qué pasa si miramos desde el alma?
Lo primero que pasa es que la inclusión de los otros se vuelve un hecho cada vez más natural, se realiza desde un interés genuino, porque está en su naturaleza; y no se mira desde una moral mental, moral que así como se tiene, se deja de tener. Insisto, el estado natural del alma es abarcar simultáneamente su propia individualidad y su pertenencia a un colectivo.
Todo lo que no se ve con la mente, porque su característica principal es separar, y por lo tanto ignorar lo que no está dentro de su territorio personal, simplemente se invisibiliza. Los otros están tan lejos… sobre todo si no pertenecen a su pequeño círculo. Lo más natural en los seres mentales es preocuparse por lo que a ellos los afecta y en el mejor de los casos con alguna energía que sobra ocuparse un poquito de los que están más lejos.
Esto sería lo que realmente sucede. Somos islitas y nos incomodamos cuando el agua nos inunda, simbólica o literalmente.
Insisto, ¿qué nos afecta? Aparentemente lo personal y lo cercano. Cuanto mucho, nos afecta lo que nos pasa a cada uno de nosotros y lo que le pasa a la gente con la que mayormente interactuamos, a las cuales nos une, las más de las veces, algún sentimiento; pero también ineludiblemente algún interés. Muy corrientemente “estos otros” cubren alguna necesidad nuestra. En síntesis, preocuparnos por ellos se torna prácticamente un acto egoísta.
Hay personas con un intelecto espiritualizado a las que se les impone el interesarse por los demás. Pongamos atención en la diferencia que hay en preocuparse por los demás a ocuparse de nosotros, como un hecho natural y sobre todo constante. Los demás son los otros desde el principio mental, nosotros es lo que sentimos desde el alma.
Si hay algo que el ser mental no es, es ser constante, no está en su naturaleza que todo lo fragmenta. Su atención es intermitente, en cambio el alma, una vez que está despierta, no puede ni quiere desconectarse. El resultado de la conexión espasmódica de nuestro mundo mental está a la vista.
Además en este mundo hay infinidad de malos entendidos. Quizás uno de los más destacados sea el confundir diferencia con diversidad. Está claro que uno habla de la acción mental y el otro de un fluir del alma. La diferencia opone y la diversidad enriquece. En el primer caso reina la escasez y en el segundo la abundancia.
En este experimentarnos separados, todo lo que no somos capaces de incluir es lo que en nosotros se encuentra invisibilizado y/o inconsciente. Nuestro ego se puede representar como una islita. Y todos los sacudones que se viven, llámense guerra, hambre, abusos de poder, desastres naturales, o violencia en cualquiera de sus formas, tienen entre otras muchas funciones, tratar de despertarnos. Muchas veces cuando el estímulo es intenso, alguna compuerta se abre. El tema es si permanece abierta o se vuelve a cerrar más temprano que tarde.
Y es esa misma ausencia de respuesta suficiente a estos estímulos lo que va haciendo necesario que ellos se intensifiquen. Lamentablemente lo primero que aparece como respuesta a “los sacudones” es la queja o la opinión y muy poco, por ahora, la reflexión profunda que implica sentirse arte y parte de aquello que sucede. Para sentirnos realmente parte ineludiblemente tenemos que poder conectarnos desde el alma.
Para poder mirar desde allí hay que transformar la personalidad y esto no es una frase hecha, es un trabajo que tenemos que hacer. Si no silenciamos la mente y pacificamos nuestras emociones la conexión con el alma y con el Espíritu no es posible, ya que el ruido mental y la efervescencia emocional impiden el contacto con lo esencial en nosotros y en los otros.
Una de las maneras en que podemos contribuir con la Humanidad, de la cual formamos parte, es mirar en cada circunstancia adversa que ocurre, me refiero en este caso a hechos difíciles desfavorables que incluyen a grandes grupos de personas, ¿cuál es alguna de las características que expresan, en una lectura más profunda, y luego ver en qué medida ellas mismas se encuentran dentro nuestro? Aquí tomo “característica” tanto positiva como negativamente.
Además como la Humanidad es entre otras cosas un gran rompecabezas en donde cada persona, cada grupo social, cada raza, cada pueblo y cada país tiene una cualidad que aportar al todo; veamos qué cualidades expresa cada uno de estos pueblos, aun cuando puedan hacerlo de modo distorsionado.
A continuación voy a mencionar algunos ejemplos para ilustrar la mirada que se sugiere en este artículo:
- En la guerra Israel-Gaza, una de las particularidades de ambos países es la intransigencia, para existir cada uno demanda la no existencia del otro. Entonces podría ser útil mirar en nuestro interior y ver de qué manera se expresa la intransigencia en nosotros.
Los habitantes de Gaza son capaces de inmolarse por Alá. En este caso podría hablarse de lealtad. Entonces, podemos buscar ese aspecto de la lealtad dentro nuestro. En cambio en los habitantes de Israel se destaca la perseverancia que se traduce en la capacidad de materializar. ¿Cómo es este aspecto en nosotros? - El hambre en tantísimos lugares del planeta lleva a experiencias de desnutrición espantosas. ¿Cuál es nuestro espacio interno desnutrido? La capacidad de sumisión de muchas personas a la situación de vivir con hambre, aceptando sus realidades y dando poca o ninguna batalla, contiene en su núcleo la capacidad devocional cuando muchas de esas personas expresan: “por algo Dios nos pone en esta situación”. Hay una llamativa aceptación, ¿cómo andamos en este sentido?
- La guerra de Irak tiene aspectos despiadados. ¿De qué modo somos despiadados nosotros? La división que viven nos puede conectar con la cualidad de lo diverso y entonces miremos cuán sinceramente experimentamos con bienestar o júbilo la diversidad.
- La migración forzosa invita a explorar el desapego.
- El abuso sexual, la incontinencia, el sobreuso y la irradiación inapropiada de dicha energía.
- Los barrabravas expresan un fervor deportivo violento, esto nos puede llevar a revisar la competencia, ligada al principio mental y la cooperación ligada al principio espiritual, a las almas.
- El Populismo nivela para abajo, la Oligarquía excluye y gobierna para unos pocos. Podemos observar qué es en realidad una jerarquía que se valide por niveles evolutivos y no por factores de poder o de no poder.
- Las epidemias nos ponen crudamente frente a la vulnerabilidad y la finitud de nuestros cuerpos físico-animales. La reflexión a la que se invita es a explorar la posibilidad trascender la animalidad.
Los ejemplos son cuantiosos y la intención de lo que se propone aquí, es una de las tantas maneras posibles de contribuir con aquello que proclamamos desear: que es “apenas” un mundo mejor.
De lo descripto se infiere que el mundo es finalmente un gran espejo que refleja la suma de nuestras interioridades. Es por esto que siento que todo el planeta cabe adentro nuestro.
Por otro lado en cuanto a la acción colectiva se vuelve imprescindible trabajar en la búsqueda de la Unidad que es tan necesaria incluso entre países, y no se logra de modo duradero, y me atrevo a decir que no se logrará buscando acuerdos en el principio de la naturaleza o en el principio mental que busca apenas explicar las propias leyes de la naturaleza.
Mirando la historia vemos que se pueden lograr experiencias de unidad temporales que suelen estar basadas en unirse “en contra de” por opresión, necesidades, afinidades culturales, etcétera.
Todo lo sucedido con los hombres se ocupa de mostrarnos como una y otra vez las alianzas van cambiando así como los enemigos. Forzosamente para que nos sintamos unidos siendo diversos otro principio tiene que operar. Un principio espiritual: el de las almas. Desde este principio aparece el anhelo profundo de trabajar por el bien común. Esto supone buscar unirnos internacionalmente en lo político, lo económico, lo financiero, lo militar, lo social, lo educativo, lo científico, lo artístico y en lo religioso.
Ponerse de acuerdo en todos los ítems mencionados es sumamente difícil porque casi todos ellos transitan el principio mental. La excepción serían el arte y la religión.
Muy seguramente tenemos que empezar por espiritualizar el intelecto y aprovechar constructivamente el interés creciente que hay actualmente en esta Humanidad por lo espiritual. Lo importante es que sepamos que este es el camino y que el modo de contribuir con él es que busquemos estar cada vez más conectados con nuestra propia alma y con las de los demás.
Estoy convencida que la posibilidad de que llevemos a cabo este movimiento está habilitada desde planos superiores de conciencia, acompañando lo que sentimos como nuevo ciclo evolutivo. Anhelemos poder dar “este salto”, y sepamos que nuestra voluntad sincera cuenta.
Siempre tenemos que tener presente que la evolución es un hecho inexorable, lo que podemos aportar con nuestras acciones es celeridad, y esto afecta principalmente a cuándo lo vamos a vivir.
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