Introducción a la meditación con mudras

El paso indispensable en la búsqueda del ensanchamiento de la Conciencia, de la Iluminación, de la Realización es la conversión de la conciencia del ego a la conciencia del Alma. Es imprescindible distinguir ambas, así como distinguir mente de Conciencia, para emprender un camino de crecimiento espiritual. Incluso una vez reconocidas ambas instancias el camino realmente empieza cuando se expresa el anhelo de experimentar lo Divino en todas las formas posibles.

Además de un anhelo firme hay otros elementos indispensables para el viaje. La fe es imprescindible y la disposición a esforzarse para avanzar también. Afortunadamente si tenemos estas tres cosas, ellas mismas atraen a nosotros muchas herramientas y experiencias que podemos emplear activamente para progresar en este camino.

La aspiración, la fe, y en una primera etapa no puede estar ausente el esfuerzo. El ego deberá predisponerse para dejarse abrazar por el alma. Esto suele ser una experiencia progresiva de conversión en donde empezamos a salir de una etapa incontinente en pensamientos, emociones y deseos y nos esforzamos, nos proponemos, controlarlos.

El control lo ejerce el ego con ayuda del alma, de Lo Alto, si la persona lo solicita. Pero como todavía estamos hablando de un estado de poder del ego así como lo ejerce puede dejar de ejercerlo y por muy distintas razones volver a perder el control. Esto se debe a que el ego se rige por las leyes de la dualidad de modo que si hay control, el descontrol sigue estando allí, agazapado, controlado.

Dado que el diseño de la experiencia es evolutivo, estos logros no satisfacen completamente a todos y se decide continuar el viaje en la búsqueda de algo más, que se sabe y se siente con certeza que existe, aun cuando las dudas puedan visitarnos.

Ser un atento vigilante de todo cuanto vivimos es indispensable para progresar. Ser un vigilante exigente no es lo mismo que ser un vigilante tortuoso. Muchas veces seremos esto último, sobre todo en un principio. Esto será así porque hasta que conozcamos otra cosa inevitablemente emplearemos mecanismos automatizados que practica nuestro ego habitualmente. Esto quiere decir que confundiremos observar con criticar, guiar con manipular, acompañar con empujar, invitar con imponer, pedir con exigir, aspirar con desear, etcétera.

Mantenernos firmemente en el camino, que es camino y meta, es muy importante. Y valga la paradoja, es importante mantenernos en el camino aun cuando por momentos nos salgamos de él, incluso sin darnos cuenta. Esto es, querer volver a él tantas veces como sea necesario hasta que este enfoque, esta aspiración esté establemente presente en nosotros y ya no se olvide ni se dude que ese es el camino.

Ahora bien, el cambio puede traer control. Control y cambio no implican transformación. La transformación implica el apoyo de un plano superior. Nada se transforma por acción del mismo plano que alberga la dificultad o la característica. Puede cambiar pero no transformarse.

Cada principio que se manifiesta en el Cosmos, cada nivel de conciencia se halla sustentado por un principio superior a él. En todos los casos el plano siguiente lo sostiene y lo guía. Si tomamos esta realidad por una acción consciente y nos subordinamos a ella conseguiremos ser transformados en cada rincón de nuestra personalidad. Esto quiere decir que la ecuación de la transformación es: observación + descenso. Entendiendo por descenso la precipitación de energía de un plano superior a otro inferior. Es a través de los descensos que nuestra personalidad se transforma. Y es a través de la transformación que el ego atrae al alma y acepta gustosamente su regencia.

¿Qué papel juega en todo esto la meditación?

La meditación es una práctica que está dirigida a experimentar y explorar otros estados de conciencia a fin de acompañar y favorecer nuestro propio despertar espiritual. Existen muchas técnicas que se recomiendan para realizarla. Los estados superiores de conciencia se alcanzan luego de una práctica prolongada que incluso puede llevar mucho tiempo. Esto dependerá de lo que hagamos también cuando no estamos meditando y del propio nivel evolutivo de las personas. Vivir manifestando el alma y buscando la manifestación del Espíritu es un modo de vivir meditativo.

La práctica de la meditación implica el atravesamiento y el entrenamiento de dos fases previas, y ellas son:

  • El enfoque.
  • La concentración.

El enfoque se consigue poniendo la atención, la conciencia en un punto, un objetivo, en un tema, una cualidad a explorar, un conocimiento que se desea obtener, una pregunta, un pedido de guía, un mantra, en un chakra, en una imagen, etc.; mientras que la concentración se consigue manteniendo el enfoque ininterrumpidamente cada vez por más tiempo. En una práctica continuada y exitosa de la concentración se pasa al estado meditativo en donde la persona deja de tener actividad mental y simplemente pasa a otra experiencia.

Establecer un foco de trabajo hace que se optimice la experiencia y se evita una vivencia disgregada, errática o vacía. Lo que se experimenta tanto en el estado de concentración como en el de meditación dependerá tanto de la personalidad como de las características del alma del meditador así como de las propias particularidades que tenga el plano al cual accede. Por sobre el plano mental ordinario existen diversos planos crecientes en conciencia a los que podemos acceder. Es por esto que debemos prestar especial atención a no tomar las primeras experiencias como el techo de lo que podemos vivir. Tomar las primeras experiencias por las últimas puede llevar a la apropiación del ego de los beneficios obtenidos y esto pervierte en cierto modo la propia vivencia.

Entonces enfocando decimos que la Psicología Espiritual Ticeap se basa en tres pilares:

  • Aumento de la Conciencia,
  • Descenso y
  • Transformación.

En síntesis, esta Psicología propone un modo de vivir y comprender la encarnación, y la meditación es una de las acciones que se pueden desarrollar para profundizar el despertar espiritual.

Para que la práctica de la meditación no se transforme en un estado de relajación o en una vivencia crepuscular recomendamos la meditación dinámica, guiada por instrumentos. Puede ser una voz, una técnica, una serie de mudras, la observación de una geometría o incluso una combinación de sonidos, mudras y geometrías. Suele sumar a estas prácticas la repetición diaria de las mismas y si es posible incluso a la misma hora y aún en el mismo espacio físico. Hay prácticas que son más recomendables para la mañana y otras tienen mejores resultados realizadas por la tarde o antes de dormir.

La práctica diaria va permitiendo instalar la acción, hacerle un lugar. Realizarla en el mismo espacio físico favorece la creación de un campo energético apropiado e incluso benéfico. Muchos reconocemos una atmósfera “especial” en lugares en donde se practican meditaciones o ejercicios espirituales. Es su repetición a intervalos regulares lo que construye este “clima”. Buscar una posición cómoda, en lo posible tener la espalda recta, de modo que los chakras y el eje estén físicamente alineados favorece la circulación de la energía. Llevar la conciencia hacia adentro, aquietar los sentidos, prestar atención a la respiración, procurando aquietarla. Cuando la respiración es suave y rítmica la mente, las emociones y la energía vital se aquietan.

Luego hay dos modalidades básicas de meditar, de buscar la experiencia divina:

  • Buscarla afuera, arriba, buscar acercarnos a la energía divina en Lo Alto, la Madre Divina, etcétera.
  • Buscarla dentro, tratar de conectar con nuestro Ser interior.

Una y otra generan modos distintos de receptividad. Conceptualmente son etapas del camino. Llegará un momento en que una y otra (Lo Alto y el Ser interno) se volverán Uno.

Para establecer el enfoque es conveniente fijar la atención en uno de los siguientes centros energéticos:

  • Chakra coronario (por sobre la cabeza).
  • 6º chakra (entrecejo).
  • Chakra cardíaco (entre las mamas).

El temor más común es a perder conciencia individual, a disolverse e incluso a desintegrarse, “dejar de ser” lo que creemos ser. También se puede sentir aburrimiento ante la experiencia de aquietamiento. Si el anhelo es intenso el meditador atraviesa la experiencia de “vacío” inicial hasta pasar a otra cosa. Es importante en esta etapa sincerarnos con nuestras metas, trabajar el apego, la honestidad y la humildad. Progresivamente debemos aprender a ignorar o rechazar los pensamientos para facilitar otra experiencia. En este sentido las etapas de acción que se verifican son:

  • Percibir – Sentir – Pensar – Intuir – Realizar

El pensamiento es la actividad mental que realizamos habitualmente saltando de un lado al otro, o bien haciendo uso del intelecto a través del análisis racional. La verdadera función de nuestro mental ordinario es la de ordenar y ejecutar en lo posible ideas, representaciones o visiones que provengan de planos superiores a ella.

La intuición “llega a nosotros” y es claramente perceptible que tiene una dirección de afuera hacia adentro. Constituyen ideas diferentes a las que podríamos pensar. Suelen sorprender, alegrar, entusiasmar y sobre todo enriquecer. Esta etapa se acompaña con un estado de humildad, de espera de la guía.

La actividad Realizada es cuando la energía no se discrimina de nosotros, Lo Alto Es y Hace en nosotros. Aquí ya estamos hablando de habitar una Entrega plena.

Las tres cosas a las que puede aspirar un meditador en una primera etapa son:

  • Silenciar su mente,
  • Aquietar sus emociones e
  • Inmovilizar su cuerpo.

Silenciar la mente permite dar un paso hacia atrás y empezar por ser testigos de nuestra propia actividad mental. De este modo diferenciamos la actividad externa de la actividad interna de la personalidad. Desde el observador (actividad interna) nos volvemos testigos de nuestra actividad externa, del fluir de nuestros pensamientos. El objetivo es suspender la actividad mental. Cuando la mente se silencia las emociones se “contagian” y se aquietan al igual que la energía vital.

Buscando el progreso a través de la meditación y otras prácticas espirituales habremos de pasar por distintas etapas:

  • En una primera etapa veremos cómo salta la mente de un pensamiento a otro en forma azarosa. Este fluir es continuo.
  • En una segunda etapa la actividad mental se vuelve intermitente. Se alterna con momentos de silencio. Es menos errática.
  • En una tercera etapa el eslabón de pensamientos permanece ligado a un mismo núcleo. Los pensamientos son más radiales y las pausas de la actividad mental se vuelven más prolongadas.
  • Finalmente hay una suspensión y una ausencia de contenido sin retirarse a un espacio inercial. Permanece ligado al objetivo o tema de la meditación. Una Conciencia vacía de contenidos y concentrada. En esta etapa podemos hablar más propiamente de un estado meditativo.

Cuando se llega a esta última etapa podemos hablar de un ciclo de conversión suficientemente arraigado. No creo que podamos insistir lo suficiente con que meditar solamente sólo no basta. El buscador deberá tener una vida práctica meditativa en donde la conversión se denote en sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones.

El buscador espiritual deberá prepararse para realizar un viaje “largo” de tan solo 25 centímetros, ir de su mente a su corazón. Sí, son probablemente los 25 centímetros más largos que podamos conocer.

El primer objetivo es abrir la receptividad de la inconsciencia y de la ignorancia y es importante trabajar concienzudamente para combatirlas. Esta conciencia vacía de contenidos y concentrada, la que se logra en la última etapa, es lo que le permitirá al buscador dirigir dicha energía a núcleos de su personalidad que se detecten no transformados, a fin de realizar mediante el contacto de una y otra energía la transformación. Esta labor habrá de continuarse hasta lograr una total transparencia de los vehículos inferiores.

Esta acción sumada a la conexión profunda y permanente con Lo Alto es lo que permitirá finalmente la plena identificación con Lo Divino y su expresión a través de la manifestación Supramental en el humano. El descenso de la energía del próximo principio (el Supramental) nos permitirá incluso convertirnos en puentes hacia el siguiente eslabón evolutivo.

—Lic. Silvia Kamienomostki

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